En lo que nadie se fija
Espacio para dar a conocer las inquietudes de un periodista que ejerce como tal desde el ya no tan cercano año de 1986. También es un espacio para la columna El Poder y la gloria, que se publica de lunes a viernes en La Unión de Morelos, un periódico editado en Cuernavaca.
En los últimos diez días ocurrieron dos situaciones graves –muy graves- para la entidad, que deberían resolverse de manera inmediata pero que sin embargo no recibe la debida atención desde las secretarías de Gobierno y de Seguridad Pública.
Uno de ellos fue el fraude masivo que provocó el levantamiento popular de la comunidad de Axochiapan contra funcionarios y empelados de la Comisión Nacional del Agua los que les atribuyeron cobros desmesurados a cambio de no clausurar los pozos de agua domiciliarios, aunque en realidad habían sido víctimas de un fraude orquestado por una mujer cuyo esposo trabaja en la citada dependencia federal.
La gente se vio obligada a hacer justicia por propia para garantizar la recuperación de su dinero, dada la desconfianza en los mecanismos legales, lo cual suena y es muy grave.
El otro caso tiene que ver con Huitzilac, cuyo alcalde declaró la semana pasada que no se debe transitar por la carretera que lleva a Toluca Vía las lagunas de Zempoala, porque no es segura.
De esa inseguridad ya todos sabíamos, pero nunca nos imaginamos escuchar a la autoridad jurisdiccional decir no que tuviéramos cuidado, sino que de plano no usemos esa vía por el peligro de ser asaltado (y muerto, según se ha visto) ante la escasa efectividad de la vigilancia policiaca.
En ambos casos estamos ante una circunstancia común de un vacío de poder atroz. El Estado, la autoridad, no hace sentir su presencia y quienes viven de delinquir imponen su ley, que es la de la selva.
Lo anterior podría explicarse –que no justificarse- en estados inmensos o con una geografía difícil, como Chihuahua o Guerrero, pero no en Morelos, donde las lagunas de Zempoala están a pocos kilómetros de Cuernavaca, la capital de Morelos.
Creo que en ambos casos se requiere que desde la Secretaría de Gobierno se pongan a trabajar y que el secretario de Seguridad Pública demuestre su eficacia. Claro, también implica esto a la Procuraduría General de Justicia, pues todos los delitos cometidos hasta la fecha deben investigarse y los responsables recibir castigo. No como ahora, que gracias a la impunidad han logrado imponer –terriblemente- su ley.
Hoy creo que es necesario transcribir casi en su totalidad una nota del periódico español El País:
"La industria nacional tiene en mí a una aliada, una socia consciente de las dificultades, pero también de la potencialidad de nuestro sector productivo", les confió. Según ella, "se ha iniciado una cruzada en defensa de la industria (aquí suprimí la palabra original, para no dar pistas) ante un mercado internacional con una competencia que, la mayoría de las veces, es desleal y voraz".
"A quienes piensan que en un momento de incertidumbre internacional lo mejor es no actuar y esperar a que pase la ola, yo les respondo, amparada en la experiencia que vivimos en 2008 y 2009, que es justamente en un momento de tensión mundial cuando tenemos que demostrar, además del indispensable buen sentido, una buena dosis de osadía".
Quien dice esto señala que su gobierno "privilegiará el crecimiento de la economía conjugado con la inclusión social". Tampoco "renunciará al control de la inflación ni a la responsabilidad fiscal".
Por supuesto, todo lo anterior no fue dicho para México ni por un gobernante mexicano, sino por la presidenta de Brasil Dilma Rousseff, un país cuyos habitantes han visto de manera auténtica un milagro económico y no como nosotros, que sólo non lo han platicado.
Para colmo, le han hecho ofertas para que Pelé regresé a jugar futbol en partidos oficiales.
Por cierto, el plan económico para incentivar a las industrias brasileñas incluye una exoneración de impuestos de unos 16.000 millones de dólares, créditos inmediatos de un 3% sobre las exportaciones de bienes manufacturados, con una renuncia fiscal estimada en 5.000 millones de dólares”. Así dice la información y así lo consignó. Hasta parece en otro planeta.
No estoy seguro y me arriesgo a decir tonterías, pero no creo que el impulso que s ele pretende dar a la UTEZ y a otras universidades del país como “certificadoras de software” sea para avalar la calidad de los programas de cómputo nacionales. Seguramente se trata de emitir certificados de dominio de los programas inventados en el extranjero (Estados Unidos, principalmente) y que le venden a buen precio a los compatriotas que los requieren y que no se los pueden piratear.
Quizá reciba reclamos y hasta aclaraciones por lo que acabo de escribir, pero no puedo evitar indignarme cada vez que me acuerdo como desde las instituciones oficiales de Morelos se promueve el uso de software de la marca Microsoft por encima de todas las cosas y a pesar de los múltiples defectos y limitaciones, bajo el argumento de que es el producto que todos usan.
Es triste comprobar una y otra vez que en este tema seamos plenamente del Tercer Mundo cuando tenemos la evidencia de que producir programas de cómputo enfocados a cubrir las necesidades específicas del mercado no sólo es un buen negocio, sino el camino hacia el desarrollo de una sociedad, ya que se crean empleos de buena calidad y se reduce la dependencia tecnológica del país.
Ojalá que la llamada Reunión Nacional de Rectores de Universidades Tecnológicas sirva para reflexionar sobre el enorme potencial que representa y que las certificaciones, seguramente buen negocio, sirven principalmente para apuntalar a la competencia.
El inminente nombramiento de Félix Rodríguez Sosa cómo nuevo secretario general de la CNC en Morelos es la segunda evidencia de que Amado Orihuela Trejo encabeza en Morelos el nuevo PRI pero tal organización de nueva no tiene nada.
Antes Samuel Palma César fue el primer ejemplo claro y contundente de que las cosas no cambian.
El segundo llegó al cargo como “candidato de unidad”, sin oposición quizá porque la CNOP es un hueso sin mucha carne. En cambio la CNC despierta más deseo y por eso las cosas no terminaron bien cuando “el partido” como genéricamente llaman a quienes tienen la batuta, decidió que Rodríguez Sosa era el mejor aspirante.
El PRI perdió el poder porque no era un partido de verdad y no pudo competir con los que sí lo eran. Necesitaba siempre el manto protector de los recursos públicos y del corporativismo que le daba vida en exceso.
Cuando era parte del gobierno –la secretaría de ganar elecciones- sus dirigentes no tenían que dar cuentas a nadie y lo que menos había era democracia. Las órdenes simplemente se acataban. El que se mueve no sale en la foto, decía cínicamente Fidel Velázquez, el dueño de la parcela obrera del tricolor.
Pero en un sistema más democrático la imposición y el dedazo resultan peligrosos ante una militancia de otra clase, que puede dar una buena pelea o por lo menos hacer demasiado ruido, tanto como para advertir que –a pesar de tanto cacaraqueo- el nuevo PRI está ya achacoso y padece los viejos males de ese viejo partido que nunca se fue.