Pingo, el perro que en la casa de ustedes se siente el amo y que es muy dado a opinar en esta columna ha vuelto al lugar de sus éxitos y hoy quiere opinar, entre indignado y espantado al conocer la noticia de que está en peligro de ver coartados sus derechos caninos –ignoro cuáles sean, pero así dice él- si los asambleistas del D.F. llegaran a aprobar una propuesta de ley que pretende imponer un pago por tenencia de mascotas.
El inteligente can dice que cómo es posible que los ciudadanos permitan semejante atropello, que ha llegado hasta los legisladores con el pretexto de proteger mejor a las mascotas cuyos dueños deberán de pagar al gobierno por darse ese capricho de tenerlos.
Pingo asegura que eso de quitar derechos con el pretexto de defender otros ya es un truco viejo, y asegura que le da miedo porque ya ha funcionado ese tipo de cosas aplicadas a humanos, lo que le da certeza de que el proyecto contra los canes y otros seres de cuatro patas habrá de progresar.
Para colmo, dice que no hay quien les defienda de eso que llamó abuso, porque nadie busca protección o se opone a cosas peores, como –especificó- la reforma a la ley de seguridad nacional, que pretende dar poderes al Ejecutivo para suspender garantías individuales sin tanto trámite como ahora se requiere.
Y dice que si en algo que nos va a afectar tanto ni nos defendemos –se refiere a nosotros los humanos- menos habrá voces que impidan lo de la aplicación de la tenencia.
Recalca que si tal impuesto llegar a aprobarse, en protesta patriótica nunca iría al Distrito Federal (un lugar al que por cierto nunca ha ido) sin importar que lo reclamaran alguna vez para cuestiones incluso de seguridad nacional.
Como puede usted apreciar, amable lector, no es paranoia, sino verdadera indignación.
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