La mayor parte de los ciudadanos de este pobre país viven, comen y aman al ritmo que les marcan los canales de televisión abierta. Sus opciones de compra y su principal motivación viene de lo que se anuncia en la tele. Y como vivimos en la época en que todo es mercancía, pues desde el aparato ese se marca el ritmo de la vida de los demás, que no aprecian esa uniformidad pués se llegan a sentir únicos e individuales, a pesar de que visten la misma marca, toman el mismo refresco, comen la misma sopa instantánea y les gusta la misma horrible música “duranguense”, como la han bautizado y la promueven hasta que pase de moda y llega algo distinto, que será lo mismo, refritos, viles copias de lo que otros hicieron mejor.
Lo malo es que en la política, o mejor dicho, en el ejercicio de sus derechos políticos, un elevado porcentaje de mis paisanos también compran lo que vende la televisión, lo que ha hecho que Peña Nieto, un hombre sin trayectoria ni ideas propias aparezca ya como el virtual presidente de México y los viejos políticos priistas –incluso los maduritos y experimentados- se arrodillen ante un joven que es lo que es por la escenografía que tiene atrás.
Y ya viene de nuevo el espectáculo, el proceso electoral que sirve para renovar los rostros de las instituciones, aunque sus acciones se mantienen.
Y temo que la marcha que tendrá lugar en unashoras se contamine y todos los participantes sigan desde hoy con su vida de siempre mientras quienes delinquen regresan a las andadas, sin que nadie vuelva a levantar la voz hasta la espera de que un ciudadano notable sea perjudicado.
Ojalá Javier Sicilia no se conforme con lo que haya visto en la marcha y pida más. Sé que tiene la dolorosa motivación pero no sé si la energía para sobreponerse a la gran fábrica de mentiras que se ha puesto a andar desde hace tiempo ahora banalizar y dejar sin contenido hasta las mejores intenciones.
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