De periodistas
El 3 de mayo es el día internacional de la libertad de prensa, el 8 de junio el día nacional de la libertad de expresión; el 30 de mayo, aniversario del asesinato del columnista Manuel Buendía, una parte de mi gremio reivindica el papel de la prensa, que en realidad ya no tiene referentes únicos, sobre todo luego de que las nuevas generaciones no tienen el conocimiento del pasado muy reciente en que las condiciones de trabajo eran otras.
Aparte de que no hay nada que celebrar, se supone que cuando una libertad o un derecho es real, la gente lo incorpora a la cotidianidad y no lo celebra, no lo reivindica ni lo recuerda, simplemente lo ejerce.
Por eso hay un día de la mujer y no hay un día del hombre, por ejemplo.
Sin embargo, los periodistas necesitamos revalorar el trabajo que realizamos, porque justo ahora la sociedad nos necesita más que nunca, aunque no lo admite y menos nos aprecie.
Los ciudadanos se enteran de lo que pasa a través de nuestra labor. Pero cada vez estamos menos preparados para atender el reclamo de los receptores de noticias, que seguramente se inclinan más por lo morboso y amarillista porque es lo que más reciben, pero estoy seguro de que si tuvieran más información de calidad, se inclinarían por ella de forma preferencial.
Muchos de mis colegas, la mayoría, se deja llevar por la inercia de las noticias intrascendentes pero llamativas, sin saber que eso termina por minusvalorar su trabajo. Que casi todos hagan lo mismo no quiere decir que eso sea lo mejor.
Pero ni siquiera nos damos cuenta de lo que hacemos y culpamos a la rapidez con la que se tiene que trabajar, la cuota de información y a otros factores, sin incluir nunca nuestra resistencia a prepararnos, a aprender nuevas cosas y a la tendencia a creer que decir una noticia equivale a hacer el trabajo bien hecho.
Y allí está nuestro punto flaco como gremio. El espacio es poco pero el tema amerita seguir mañana.
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