De marchas
Su servidor ha podido decir desde hace tiempo lo que Javier Sicilia expresa una y otra vez desde que regresó de Filipinas por la terrible muerte de su hijo: que las cosas están mal y deben corregirse.
Los ciudadanos normales normalmente no tienen un desahogo que rebase a su círculo de personas más cercano.
Y muchas veces por falta de oportunidad se quedan con las ganas de decir a más gente todo lo que piensan. Sicilia lo ha hecho y coincide con lo que piensan muchas personas, no sólo en la entidad sino en todo el país.
Por eso no estoy de acuerdo en lo que en su columna de hoy dice mi colega Carlos Ramírez, sobre que la citada protesta beneficia a los delincuentes.
En lo personal no lo creo. Pienso firmemente que la delincuencia debe ser combatida y el hecho de que le dieron tregua durante tantos años propició que se extendiera como la humedad.
Pero la forma en que se le ha combatido debe ser más completa y no sólo así.
Las autoridades deberían ser las primeras interesadas en que las cosas mejoren, sobre todo en un aspecto tan crucial como la seguridad pública. Eso es lo que queremos los ciudadanos, pero justo lo que quienes gobiernan no han querido escuchar.
Los delitos pequeños que se obviaron, que nadie investigó y mucho menos castigó, se convirtieron en lo que hoy tenemos, crímenes horripilantes y sin freno.
Cuando Vicente Fox llegó a recomendar no leer, mucho menos periódicos, pues contribuyó a crear toda esa generación perdida que hoy alimenta las filas de la criminalidad.
Y ya es justo que las cosas mejoren.
Y aunque puede ser que nada se consiga, a nadie hace mal una marcha más, sobre todo cuando lo que se pretende es que no sea una marcha más. Ojalá lo sea.
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