El pasado martes hice una visita fugaz a mi natal Jojutla, un lugar famoso por la frescura de su clima (recuerde que por eso digo que soy de tierra fría) y la calidez de su gente, donde charlé con personas que hacía años no veía, como Agustín Sedano Quintanilla, que lo primero que me dijo fue que dejara en paz al Pingo, ese perro que en la casa de ustedes se siente el amo y que ha pasado a ocupar importantes espacios en esta columna, donde opina de la política y de los políticos.
Lamento decirle a Agustín que la cosa debe ser al revés. Pingo debería darme a mi paz y tranquilidad, pero se empeña en hacerme quedar mal cada vez que expresa sus comentarios en torno a lo que ve, siente y huele (ya que como buen perro tiene el olfato muy desarrollado) del ambiente político morelense, que a su juicio tiene mal olor, porque -dice- hay tantos políticos chamuscados mezclados con otros que huelen a servilismo o a traición -Pingo dice que incluso a ambas cosas a la vez- que quien inventara un desodorante de ambiente para contrarrestar esa fragancia se haría rico.
Lo que dijo al respecto suena interesante, pero como hoy hay poco espacio en la columna en su vrsión en papel, luego seguiré.
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