Hoy domingo por la mañana salí de la casa de ustedes a arreglar algunos asuntos y por el camino me encontré a un vecino que venía de donde se supone le tocaba votar en la elección interna del PRI. Echaba hubo por los oídos porque su nombre no estaba en el padrón de esa casilla, por lo que se dirigía de malas a otra más donde se supone podría votar por su gallo.
Total que al rato lo volví a encontrar, ahora más enojado, porque tampoco en esa figuraba y quizá tenía que salir a otra comunidad del municipio a buscarse, pero no sabía a cuál de todas.
Y no era el único que así estaba.
Pero lo que me sorprendía era su gesto de sorpresa, como si no supiera en qué terreno pisaba. El muy ingenuo esperaba una elección “abierta, derecha y democrática” y se encontró justo con un proceso interno del PRI, donde siempre ha ocurrido justo lo contrario.
Quién sabe quién gane, pero de que hay ingenio en ese partido, lo hay, al grado de que desde hace muchos años le llaman a las trampas y las chuecuras “ingeniería electoral”.
Y ayer hubo mucho de eso. Desde que salió el sol y hasta que se puso.
Y la gente, impasible, como si nada.
Creo que nadie podía denunciar la tranza del vecino porque corría el riesgo de que se descubriera la propia.
Lo único que importó fue el acarreo, la compra del voto y el descontón al contrario.
De todo eso lo único que saldrá serán muchos derrotados, un ganador a medias y muchas, muchas anécdotas.
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