Todos son iguales
La pérdida de identidad de los políticos, que ya no son priistas ni perredistas ni panistas, sino del partido que más les convenga, ha desconcertado a los electores, que de por sí se hacen bolas a la hora de votar al no tener materia para elegir (por lo flaco de las caballadas) y ahora más cuando quien creían que era tricolor y les sale perredista o panista (o al revés).
Una auténtica promiscuidad que permite a quienes están acostumbrados a que los mantenga el gobierno tener más posibilidades de seguir enchufados al presupuesto.
Mientras, los electores ven cada vez más estrecho el panorama para elegir a sus autoridades e incluso eso de “votar por el menos malo” se dificulta.
Por supuesto, los partidos, que controlan todos los accesos al poder y no sueltan la llave ni dormidos, no permitirán jamás que prosperen iniciativas como la de los “candidatos sin partido” o cosas así, que ponen en riesgo su cuasi monopolio.
Y nadie puede buscar un cargo de elección sino es a través de los partidos, por lo que el círculo “virtuoso” (para ellos) se ha cerrado a piedra y lodo.
Por si faltara algo, los cuadros jóvenes de los partidos permanecen marginados y en los procesos electorales son enviados a competir en plazas que no tienen ni de lejos opción de ganar, por lo que la renovación de rostros se dará cuando los jóvenes de hoy sean los representantes del antes llamado Insen, mientras los que hoy acaparan todo los huesos seguirán como si nada. Para estos seguro se inyectarán células madre o serán objeto de mil operaciones para cuidar el glamour y salir con buen perfil en los posters y gallardetes que ensucian el paisaje cada tres años.
Por lo pronto, esos acaparadores de los huesos con carne ya comenzaron a repartirse lo que viene. Y no sólo para ellos, sino para sus hijos, esposas y amigos.
Al estilo de, por ejemplo, Rabindranath Salazar, cuyo cuate heredó un verdadero desastre en la alcaldía de Jiutepec (deudas enormes, para empezar) pero por esa amistad-complicidad ni dice nada y se aguanta como los machos, porque de no haber sido por tal relación no tendría otros tres años de comer con manteca, luego de sus años al frente del agua potable de Jiutepec y las dudas que aún pesan sobre ese periodo.
Los panistas luchan a brazo partido para hacer una alianza anti natura con el PRD, parte de cuyos militantes si quieren.
Los priistas están a la espera de ver qué cargo de elección podrán buscar para decidir a cuál partido cambiarse.
Y los electores, como decía, se nos acaban las referencias a la hora de elegir.
Y eso, aquí y en cualquier país civilizado, es terrible.
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