domingo, enero 16, 2011

Sin iguana verde

  Pingo, el perro que en la casa de ustedes se siente el amo y que además tiene aptitudes de politólogo (por lo menos así lo piensa él) se encuentra triste debido a que un descuido de su servidor alejó a su compañera de aventuras, la iguana verde.

Resulta que la citada iguana es feliz (terriblemente feliz) cuando devora las rojas flores de mi tulipán, un arbusto que en los últimos meses se había extendido demasiado y ya no dejaba espacio para nada que no fueran sus ramas. Por un momento olvidé que ese era el paraíso particular de la iguana verde y con argumentos prácticos di la orden tronante de que lo podarán. Y lo podaron. Sólo quedaron unas ramitas y de repente la casa de ustedes se llenó de espacio y de luz.
Pero se nos olvidó la dichosa iguana, que con sus aires de diva no ha vuelto, porque era puro interés lo que la guiaba. Como no hay ya ninguna de sus (mías en realidad) flores rojas preferidas, pues no pone ninguna de sus patas por ahí, lo que ha llenado de tristeza y melancolía al Pingo, ya que el reptil le hacía segunda en sus extrañas ideas encaminadas a estudiar una parte del género humano que se dedica a dañar al resto de la humanidad. Por supuesto, esa es una clara y contundente referencia a los políticos, tan destructores como ese machete que acabó con el tulipán.
Ahora el Pingo deberá esperar a que tenga flores otra vez para contar con la verduzca compañía que hoy extraña. Ni modo.

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