miércoles, junio 30, 2010

Cultura

En la mañana cuando viajaba rumbo a mi trabajo escuché en el colectivo a un montón de niños con su mamá. Uno de ellos cantaba a todo pulmón algo que ahora se llama narcocorrido.

Con sus estrofas muy simples era fácil de aprender y sólo hablaba de muerte y de "negocio".
Quien lo interpretaba con mucho sentimiento seguramente no sabía su significado -el niño era como de diez años de edad- pero seguro incorporará a su forma de ser la vida que en esa pequeña y mala obra se expone y lo verá como algo natural.
Por supuesto, eso no quiere decir que se deban prohibir los narcocorridos -en primera porque lo prohibido es lo que mas se antoja- sino que el gobierno debería ejercer una influencia cultural más fuerte para que ese tipo de manifestaciones que aquí menciono pervivan, pero como lo que eran hasta hace pocos años, un fenómeno marginal y poco importante y no como ahora, en boca de todos.
Pero creo que pido demasiado. El gobierno federal considera que la cultura es algo que tiene que ver con publicidad y hasta allí llega su esfuerzo.
Así, no hay forma de tener un apoyo necesario para cambiar desde ahora lo que hay en tantas mentes infantiles y de jóvenes que, para colmo, marginados de estudiar o de obtener un trabajo decente, ponen sus esperanzas en viajar a Estados Unidos o relacionarse con el mundo del hampa.

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