Recuento y primeros hallazgos
Resumen de la historia: hace unos días un gusano tuvo un traspié desde las alturas y al caer en el patio de la casa de ustedes se partió el alma y algo más. Pingo (el perro de esa casa, que se siente amo y no mascota) vio intrigado el resultado de ese accidente: el gusano se abrió por la fuerza del golpe y el filosófico can pudo ver cómo era en su interior.
De allí le salió la idea de indagar cómo son los políticos por dentro (recuerde que él se siente politólogo) y su vecina la iguana verde (que también presenció el mal paso del gusano) se dijo dispuesta a colaborar con la ciencia.
Pero ambos personajes no tenían a la mano a un político al cual examinar por dentro, por lo que pensaron –dentro de su gran inocencia- que por analogía el perro de un político les podía dar suficientes pistas, y pusieron manos a la obra.
Pingo “convenció” a uno de sus congéneres, cuyo dueño se dedica a la política, de “caerse” de su azotea, lo que provocó el efecto deseado para esa valiosa investigación.
Pingo es politólogo y por lo mismo no sabe mucho de biología, por lo que fácilmente intuyó que la fisiología de un político y de su perro son la misma cosa.
Al principio, cuando lograron tener en la mesa de operaciones (bueno, en la calle donde dio el changazo) a su sujeto de estudios, tuvieron un percance, porque un vecino creyó que cuando Pingo hurgaba con su hocico en el cuerpo inerte de la víctima en realidad practicaba un acto de canibalismo.
Como pudo, él y la iguana esquivaron las pedradas, pero luego regresaron a sus observaciones y ya preparan un libro, de cuya primicia les comenzaré a contar.
Por supuesto, la fisiología de un político no es la misma que la de su perro, por lo que el primer hallazgo fue una equivocación: al ver al pobre animal, los estudiosos descubrieron -para su sorpresa- que sí tenía corazón, ya que habían imaginado que los políticos -y por ende sus perros- carecían de ese órgano en el que tradicionalmente se cree que se esconde la piedad y los buenos sentimientos.
No se sorprendieron de ver la abundancia de caninos en los maxilares, porque suponen que son necesarios para que un político salga adelante en la vida. Les extrañó que las extremidades superiores fueran tan pequeñas y no pudieran ahuecarse, ya que pensaban que para agarrar a manos llenas todo lo que se roban necesitaban mejores instrumentos.
Por supuesto, los políticos sí están dotados de semejantes recursos, pero sus perros no.
Hubo más “hallazgos”, pero no hay espacio ya, así es que habrá que esperar hasta mañana.
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