La autopsia
Ayer les platicaba de los trabajos del Pingo (el perro que en la casa de ustedes se cree el amo) y de la iguana verde (compañera de aventuras que disfruta enormemente comiéndose las flores de mi jardín) para conocer la verdadera naturaleza de esos raros y ponzoñosos seres (descriptivas palabras salidas del hocico del Pingo) que son los políticos.
Comentaba que les habría dado gusto poder hacerle la autopsia a uno de ellos (por cierto, esa palabra significa “ver por sí mismo” y es correcto emplearla, excepto para quienes desconocen su etimología) pero a falta de medios, decidieron que el perro de un político que vive cerca de ellos (vivía) podría ser un sucedáneo para sus investigaciones, que iniciaron a raíz de que un gusano al caer en el patio de la casa de ustedes se partió… todo el tejido que lo recubre y dejó ver su interior, lo que llenó de curiosidad, asombro e ideas a esos dos seres que tanta lata dan en esta columna.
Y les comentaba que la primera parte de su tarea fue fácil, porque el ingenuo perro que serviría de experimento amaba las alturas y le encantaba ladrar y brincar en la azotea de la casa de su amo, el político.
Así es que fue cosa de incitarlo a que se acercara un poco más al borde del abismo y lo demás fue lo de menos: los curiosos investigadores tuvieron materia para adentrarse en la fisiología de un político (entendido está que en la parte que de eso le tocaba al citado animal motivo de estudio).
Y bueno, dentro de su ingenua ignorancia debo admitir que el Pingo salió muy observador, no se diga la iguana verde, especialista en críticas de altura, ya que casi nunca está al ras del suelo.
Pero bueno, el espacio ya se terminó, así es que el relato detallado de la autopsia y las conclusiones al estilo del programa de televisión gringo SCI deberán esperar hasta mañana.
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