Cuestión de genes
Ayer anuncié que, por reclamo expreso de los interesados, tenía que dejar opinar en este espacio a Pingo (el perro que en la casa de ustedes se siente el amo) a Canito, su compañero, y a la iguana verde, la que se come mis flores cada vez que puede (siempre puede, la muy desgraciada) y que se han visto refrenado debido a mis precauciones para no empañar las fiestas del bicentenario.
Pero ahora es Canito quien toma la palabra. A ese perro le encanta rascar. El motivo es lo de menos, siempre quiere estar rasca y rasca. Por eso dijo en su momento que le habría gustado estar en Chile, exactamente donde ocurrió el accidente que dejó a 33 mineros atrapados a 700 metros bajo tierra. Por un defecto genético Canito perdió la vista, por lo que le es igual que sea de día que de noche, justo lo que le pasa a los mineros, a los que dijo querer ayudar en el rescate, pero –allí está el detalle- admitió que su presencia no era necesaria, sino al contrario, quizá estorbaría,.
Y es que se enteró que para salvar a ese gente el gobierno lleva a cabo un plan de rescate con una máquina Strata 950, que está detenido a 320 metros de perforación, pero también tiene un plan B, la tuneladora T-130 que ya llegó al sitio donde se encuentran los mineros y ¡un plan C!, con una máquina de perforación petrolífera que presumiblemente comenzaría a funcionar el próximo lunes.
Si fuera en México ese accidente, los pobres mineros desde cuando se habrían muerto. Una verdad tan grande como los gastos que han hecho los organizadores de las “fiestas” del bicentenario. Pero dice Canito que de todos él habría tratado de ayudar. Claro, el pobre sí tiene corazón y sus genes (aunque uno de ellos le salió defectuoso) no se parecen nada a los genes de quienes tienen en sus manos el poder.
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