Del dicho al hecho
Luis Manuel González Velazquez, titular de la Auditoría Superior de Fiscalización (ASF) ha usado varias veces el nombre de Gerardo Casamata Gómez –su antecesor en el cargo- para mandar mensajes atemorizantes que en los hechos carecen de respaldo y, por lo tanto, de veracidad a menos que demuestre lo contrario. Y no lo ha hecho.
La institución que preside ha sido la mayor tapadera de los excesos de quienes gobiernan y hoy como ayer parece actuar de forma selectiva, incapaz de la acción general que la ley le asigna en la vigilancia del uso de los recursos públicos.
González Velázquez no es precisamente una hermanita de la caridad. Tiene su propia historia y un pasado negro que no puede borrar de un plumazo, por lo que no puede ahora tratar de aparecer como el campeón contra la corrupción.
Debería mejor empeñarse por ser un funcionario eficiente.
Justamente él ha sido un hombre cien por ciento de su partido, el PRI, y no creo que eso haya cambiado. No me convence que ahora persiga por desvío de recursos a Gustavo Rebolledo, porque el ex edil de Zacatepec es sacrificable, debido a su pésima fama pública.
Y usar a la Auditoría Superior de Fiscalización (ASF) sólo como un instrumento para amenazar a los rivales –lo cuál se ha hecho desde hace años- pues es parte del juego perverso que nos tiene a los ciudadanos marginados del control del quehacer público. Sólo con buenos conectes con uno de los partidos políticos hegemónicos se pueden ocupar buenos cargos, que en teoría están destinados a hombres y mujeres con la mejor preparación, aunque pocas veces sea ese el caso.
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